De la Visión


 

Cuando se piensa en la humanidad, en las distintas fases que hemos debido atravesar como conglomerado para llegar hasta el momento en que nos encontramos en la actualidad; cuando se contempla el tiempo que tenemos por venir y se compara con lo hasta ahora recorrido, la brevedad de la vida humana se nos hace evidente, marcada y notoria.

Lo que nos sea posible desarrollar en el término de nuestras vidas, cuando es contemplado desde la perspectiva, no individual, sino colectiva, apreciado no sólo como el propósito de unos escasos días de una meta a corto plazo sino como el eslabón de una larga cadena que nos ha traído desde la prehistoria para conducirnos despacio hacia nuestro futuro. Vista así, nuestra obra, adquiere forzosamente una importancia trascendental, definitiva, una valoración más que de hombres que nos lleva a considerar con mucho mayor cuidado la obra de nuestras manos y las palabras en nuestros labios.

Este es un hecho incontrovertible, no obstante, el diario quehacer resta de nuestro pensamiento la importancia de esto que somos. Y sin embargo, cuando aflora y logramos comprender la magnitud de las grandes acciones que estamos llevando a cabo, los resultados pueden ser sumamente beneficiosos para la humanidad, para las futuras generaciones.

¿De qué modo puede escribirse un código legal cuya vigencia perdure por trescientos años y logre aglutinar bajo su manto a hombres de pensamiento disímiles en una nación próspera?, ¿cómo puede una casa real detentar el destino de una nación durante doce siglos y continuar influyendo en sus súbditos? Hay un descriptor común para este y otros procesos: el establecimiento de tales empresas fué algo que no fue elaborado buscando una gloria personal, sino el bienestar, el beneficio y la estabilidad de las generaciones futuras.

El deseo de figurar, de adquirir relevancia durante la vida es un terrible impedimento para el establecimiento de una empresa, de un código de conducta, de una forma de legislación o de gobierno que aspire perdurar en el tiempo, trascender nuestra efímera existencia y de verdad pueda arropar y beneficiar a las generaciones del futuro.

De alguna forma el genuino bienestar del prójimo exige el desapego y la renuncia a los propios logros personales, una visión a muy largo plazo cimentado en primer lugar en el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos.

Y sin embargo, no basta con la intención firme de mejora, puesto que la historia está llena de ejemplos de dirigentes que, en nombre del beneficio de las masas sembraron el odio, la destrucción y la muerte en sus naciones. Es por tanto de suma importancia ese modo de acceder a las metas, esa manera de garantizar la prosperidad y la felicidad.

Ante la trascendencia de nuestras acciones no deberíamos permitirnos el seguir enclaustrados en la resolución del aquí y el ahora, sino siempre abarcar en nuestra mirada el después y el allá. Es esa visión lo que diferencia a unos hombres de otros, a unas naciones de otras

Volver al índice